sábado, 4 de julio de 2015

3 días en Roma en mayo 2015 - Día 3 (Parte I)


Nuestro tercer día en Roma (segundo completo) empezó con un pequeño cambio de planes. Habíamos comprado por internet las entradas para el Coliseo y el Foro Romano, y pensábamos verlo a primera hora para evitar aglomeraciones y un calor excesivo, ya que la zona del Foro apenas tiene sombra. Sin embargo mi tía se había dado cuenta que a su DNI le faltaba el chip y ante la duda de si podría tener problemas con el avión de vuelta decidimos pasarnos por la embajada española y preguntar. Entre su web y la guía que llevábamos comprobamos que sólo abrían por las mañanas y tras confirmar dónde se encontraba nos dirigimos hacia allí. Como se encontraba bastante lejos del Coliseo, cerca de Plaza de España, y de hecho esa era la zona que pensábamos recorrer por la tarde, cambiamos el orden del recorrido y dejamos el Coliseo para el final del día. 



Al igual que el día anterior, aunque con menos agobio de gente, cogimos el metro en Termini, ya que es la estación que nos quedaba más cerca del apartamento. Con la línea A llegamos en poco tiempo a la parada de Spagna, para ir desde allí andando ya que no quedaba muy lejos (unos 600 metros).

Sin embargo, al llegar los soldados italianos que se encontraban en la puerta nos dijeron que allí no se hacían los trámites sino que teníamos que dirigirnos al Consulado, que se encuentra a poca distancia de allí.



Con las indicaciones que nos dieron llegamos en 5 minutos al Consulado donde les comentamos la situación y aunque no estaban seguros de si pondrían problemas en la compañía aérea por no llevar el chip nos recomendaron hacer un salvoconducto para estar más tranquilos. Para esto hay que rellenar unos impresos y entregar una fotografía de carnet. Como mi tía no llevaba fotos de carnet encima, le indicaron una tienda que había cerca para hacérselas, la verdad es que fueron todos muy amables. Tras entregar todo el papeleo hay que esperar a que la policía italiana dé su autorización, por lo que nos sugirieron que volviéramos a última hora de la mañana para no tener que esperar tanto tiempo. Mientras estábamos allí, llegó un grupo de españoles a hacer el mismo trámite, ya que a una de ellos le habían robado la cartera en el metro. Esto nos confirmaba que hay que tener mucho cuidado con los objetos personales, especialmente en sitios de aglomeraciones como el transporte público, aunque por suerte nosotros aun no hemos sufrido ningún percance de este tipo (cruzamos los dedos!!)

Una vez acabamos, y puesto que teníamos que regresar en un par de horas al consulado, decidimos recorrer la zona al norte de donde nos encontrábamos para no alejarnos demasiado y poder volver a tiempo.



Nos dirigimos hacia la Piazza del Popolo, pasando junto al Museo dell' Ara Pacis y la iglesia de San Roque.






El Museo dell' Ara Pacis es un edificio moderno que alberga el Ara Pacis Augustae (Altar de la Paz Augusta), una reconstrucción que se ha hecho aprovechando las partes que se conservan de esta gran escultura del 9 a.C. Su construcción no estuvo exenta de polémica por ser el primer edificio moderno que se construyó en el casco antiguo desde la época de Mussolini.




Al otro lado de la calle hay unas ruinas de un edificio de planta circular cubierto por la maleza. Se trata del Mausoleo de Augusto, construido en el 28 a.C. como mausoleo familiar del emperador Augusto. Detrás se ve la cúpula de la iglesia de San Carlo al Corso.








Seguimos de frente por la Vía di Ripetta, que junto con la Vía del Corso y la Vía del Babuino forman la zona conocida como Tridente, ya que las 3 salen de la Piazza del Popolo hacia el sur en sentido radial. Se trata de una antigua zona de artistas, en la actualidad llena de locales de anticuarios, diseñadores y otras tiendas más comerciales. Nosotros la recorrimos hasta el final, donde la Piazza del Popolo nos recibe como una inmensa explanada de forma ovalada con un obelisco egipcio gigante del 1300 a.C. en el centro.



A ambos lados de la plaza encontramos sendas fuentes presididas por sus correspondientes estatuas. Detrás de una de ellas vemos una balconada llena de gente, es la terraza del Pincio, a donde subiremos después, ya que tiene buenas vistas de la plaza y del resto de la ciudad.



Al girarnos descubrimos a las dos grandes protagonistas, las iglesias gemelas de Santa Maria dei Miracoli y Santa Maria in Montesanto, diseñadas por Carlo Rainaldi en 1660.



En el extremo opuesto se encuentra la Basílica de Santa Maria del Popolo, construida en 1472. Su interior está lleno de obras maestras del Renacimiento, con artistas de la talla de Rafael o Caravaggio.

Todas ellas son de acceso gratuito, aunque nosotros, entre todas las iglesias que llevábamos y las que nos quedaban por ver y que no disponíamos de mucho tiempo ya que teníamos que volver pronto al consulado, no entramos a ninguna.

Junto a Santa Maria del Popolo en la esquina norte de la plaza encontramos la Porta Flaminia o Porta del Popolo, una de las entradas primitivas de la ciudad. La Vía Flaminia, construida en el 220 d.C. para conectar con la costa adriática era, junto con la vía Apia, uno de los puntos principales de acceso a Roma.



A sus pies a mano derecha empieza el empinado y serpenteante camino de ascenso a los jardines del Pincio, desde cuya terraza disfrutamos de una buena panorámica de la ciudad. Hay que tener cuidado ya que una parte de la subida coincide con una carretera sin mucho tráfico pero por la que puede pasar algún coche.



Estos jardines son la antesala de la segunda zona verde más grande de Roma con 80 ha, la Villa Borghese. Cuenta con lagos, teatros, senderos, pistas de tenis, museos (como la Galería Nacional de Arte Moderno o el Museo Etrusco) e incluso un zoo, y fue abierta al público en 1903. La Gallería Borghese exhibe la colección de arte (pintura, esculturas y antigüedades) del cardenal Scipione Borghese y para visitarla es necesario reservar entrada previamente.

Se trata de un parque enorme muy popular para hacer picnic y que necesita tiempo para recorrerlo, justo lo que nosotros no teníamos, por lo que pasamos de largo dirigiéndonos por el Vialle della Trinitá dei Monti hacia Piazza Spagna. En esta calle se encuentra la Villa Médici, que alberga la Accademia di Francia y que se puede visitar de martes a domingo. La entrada de 12 € incluye una visita guiada por los jardines.



Poco después llegamos a la iglesia de Trinità dei Monti, construida en 1502 bajo el patrocinio del rey francés Luis XII. Sus dos campanarios simétricos y el obelisco egipcio situado frente a la entrada principal son elementos representativos del lugar, si bien por desgracia los primeros estaban tapados con unas lonas ya que el edificio estaba en obras.








Delante de la iglesia hay una terraza que nos permite ver toda la plaza y la escalinata del mismo nombre, que con 137 peldaños y multitud de flores de colores es una de las imágenes más conocidas de Roma.








Mucha gente se sienta a descansar o charlar en la escalera, ya que se trata de una de las plazas más concurridas de la ciudad, y nosotros no fuimos menos y disfrutamos un rato del ambiente y las vistas.



En el centro de la plaza se halla la Fontana della Barcaccia (Fuente de la Barca vieja), diseñada en 1625 y que recibe su nombre del parecido con una embarcación antigua. Se trata de un lugar de referencia que atrae a miles de turistas.



En el extremo sur de la plaza se encuentra la Colonna dell'Inmmacolata, coronada por la estatua de la Virgen María para conmemorar la proclamación por el papa Pío IX del dogma de la Inmaculada Concepción. En su colocación en 1857 ayudaron 220 miembros del cuerpo de bomberos que pasaron a considerarla su protectora.

Nosotros nos alejamos de la Piazza Spagna por la calle situada en el extremo opuesto a la escalinata, la Vía dei Condotti, probablemente la calle con las tiendas más caras y exclusivas de la ciudad.



Tras pasar por el Consulado a recoger el salvoconducto que nos entregaron sin ningún problema, continuamos el recorrido hacia otro de los símbolos de Roma, el Panteón. Sin embargo, según tenía apuntado, la iglesia de San Ignacio de Loyola que teníamos interés en visitar por el curioso efecto óptico de su bóveda, cerraba a las 12.30 y quedaba poco tiempo, por lo que en vez de hacer el recorrido por la zona tal cual venía en la guía dimos un poco de vuelta para llegar allí antes y ver el resto después con tranquilidad. Luego resultó que la iglesia no cerraba al mediodía y estaba abierta en horario continuo hasta las 19, por lo que el rodeo y las prisas fueron para nada.



Para llegar a la iglesia seguimos la popular Vía del Corso, repleta de gente, tráfico y tiendas. De camino pasamos por delante de la Colonna di Marco Aurelio, de 30 metros de alto construida en el siglo I y en la que están talladas en forma de espiral todas las batallas del emperador Marco Aurelio.







La iglesia barroca de Sant'Ignazio di Loyola fue construida en 1626 y es muy conocida por el trampantojo diseñado por Andrea Pozzo que hace que, situados en el lugar adecuado (señalado en el suelo), al mirar hacia arriba nos parezca que los frescos están pintados sobre una cúpula cuando en realidad se trata de una superficie plana. A mí me costó un rato ver el efecto pero me encantó, simplemente ya las pinturas son espectaculares y merece la pena acercarse a visitarla.



Deshaciendo el camino que acabábamos de recorrer para ver la zona más tranquilamente pasamos junto a los restos del Templo de Adriano o Hadrianeum, en la Piazza di Pietra. Sus 11 columnas de piedra son lo único que quedan de este templo del siglo II, ya que el moderno edificio que se encuentra tras ellas alberga la Bolsa.



Dirigiéndonos a la Piazza di Montecitorio, pasamos de nuevo por la Piazza Colonna disfrutando más tranquilamente de la imponente columna central que le da nombre. El edificio de la izquierda con las banderas italiana y europea es el Palazzo Chigi, que alberga el despacho del primer ministro del país.






A pocos pasos de allí, el Palacio de Montecitorio, diseñado por Bernini en 1620, preside la plaza homónima. En él se encuentra en la actualidad la Cámara de Diputados de Italia, por lo que no es difícil ver a políticos o periodistas en los alrededores. Frente a él, el obelisco egipcio de Psammeticus del siglo X a.C. actuaba como reloj de sol al proyectar su sombra sobre el suelo.










En los alrededores de la plaza, rodeada de imponentes palacetes, encontramos rincones con encanto como el de la foto, con pasadizos que cruzan de un lado a otro de la calle para permitir el paso de un edificio a otro sin salir al exterior.





A pocos metros de allí se encuentra una de las heladerías más famosas de Roma, Giolitti, que nos habían recomendado y venía también en la guía como lugar destacado. No en vano, en ella se llevan elaborando helados desde 1870. Por supuesto no podíamos irnos sin probarlos, aunque nos sorprendió que la diferencia de precio de pedirlos para llevar a comerlos allí era casi el doble.

Teníamos la esperanza de encontrar algún banco fuera donde sentarnos pero no fue así, se trata de zonas semipeatonales por donde pasan coches y hay bastante gente pero no hay sitios para sentarse fuera de las cafeterías o restaurantes, por lo que seguimos con el recorrido, ahora en dirección al Panteón.



De camino pasamos por la Piazza Capranica, en la que se encuentra el teatro del mismo nombre y que está presidida por la iglesia de Santa Maria in Aquiro.





Justo antes de llegar a la plaza donde se encuentra el panteón pasamos junto a la cafetería "Tazza d'Oro", donde habíamos leído que servían uno de los mejores capuchinos de la ciudad. De hecho, algo que destacaban en muchos blogs era que los italianos habitualmente toman el café de pie en la barra, y que era en este tipo de cafeterías donde servían los cafés más auténticos, requisito que sin duda cumplía este local ya que apenas tenía unas pocas mesas pequeñas.


Por desgracia era casi la hora de comer y además acabábamos de comernos un rico helado en Giolitti, por lo que dejamos lo del café para otro momento.

La Piazza della Rotonda en la que se sitúa el Panteón era un hervidero de gente a esas horas. En su centro se alza un obelisco procedente del Templo de Isis.



Pero sin duda el gran protagonista allí es el Panteón. Este impresionante edificio ha sido utilizado sin interrupción desde el año 125 d.C., cuando el emperador Adriano lo mandó construir como templo para las 12 divinidades romanas más importantes. Probablemente si ha resistido en tan buen estado hasta la actualidad es porque en el año 608 el emperador Focas lo convirtió en la Basilica di Santa Maria ad Martyres.





Sus puertas de bronce son originales y traspasarlas es como entrar en otro mundo, ya que no se parece en casi nada a las iglesias convencionales. Aunque suele haber siempre gente, resulta sencillo abstraerse del gentío y quedarse ensimismado contemplando esta gran obra arquitectónica.













Su cúpula tiene la particularidad de que mide lo mismo de diámetro y de altura, 43.3 metros, por lo que vista desde el interior parece una esfera perfecta. Sin embargo, lo que más llama la atención es el agujero de 9 metros de su parte superior, el oculus, por donde entra la luz del Sol y por supuesto el agua en días de lluvia.





















Sin embargo, todo está pensado para que la lluvia no sea un problema, ya que en el suelo de mármol hay varios orificios estratégicamente colocados que hacen que el agua desaparezca rápidamente. Hasta en eso está bien diseñado y no como los edificios actuales...




Su interior tiene forma circular y en la parte opuesta a la entrada hay varias filas de bancos y el altar principal. A la izquierda de éste se encuentra la tumba de Rafael y frente a ella la del rey Victor Manuel I.






Nos tomamos un tiempo en recorrer el Panteón y disfrutar de él porque realmente lo merece, sin duda fue uno de los lugares que más me gustó de Roma. Al salir de allí nos dirigimos a la Fontana di Trevi, que era el único lugar de interés de la zona que nos quedaba por ver, aunque el día anterior ya lo habíamos visto de noche y al estar en obras nos había decepcionado bastante, aunque al menos esta vez ya sabíamos lo que nos esperaba. De camino volvimos a sumergirnos en el ambiente de la ciudad y sus estrechas callejuelas.




Cuando llegamos allí había bastante más gente que la noche anterior y descubrimos que había unas pasarelas por encima de donde está habitualmente el agua y por las que la gente podía pasar para acercarse más a las esculturas y probablemente muchos de ellos para cumplir con el ritual de tirar la moneda de espaldas y así volver a la ciudad algún día, aunque no tengo claro de si estando sin agua tendrá el mismo efecto...



La Fontana se acabó de construir en 1762 y su nombre (Trevi) se debe a que aquí confluyen 3 vías de agua: el Aqua Vergine, el Aque Virgo y uno de los antiguos acueductos reparado. La estatua central está dedicada al dios Neptuno flanqueado por 2 tritones con caballos marinos que representan uno los océanos y las tormentas y otro los lagos y las aguas tranquilas. Además hay otras dos estatuas alegóricas, la de la derecha de Neptuno representa la salud y la de la izquierda la abundancia, como símbolos de las propiedades del agua. Detrás de la Fontana se encuentra el Palazzo Polli.

Hacernos una foto allí se convirtió prácticamente en una odisea, entre la cantidad de gente que había en un espacio ya de por sí reducido pero que ahora lo estaba aún más con las obras, e intentar sacar algo del monumento y no solo cristaleras y andamios, cuando por fin lo conseguimos tras varios intentos nos marchamos de allí agotados. 








Ya eran cerca de las 14 y nuestros estómagos empezaban a quejarse así que tocaba buscar sitio para comer. Como la tarde la dedicaríamos al Coliseo y sus alrededores y tenía apuntado que cerca de Piazza Venezia estaba el restaurante "Il Pastarito" donde se comía bien y a buen precio nos dirigimos hacia allí. De camino continuamos descubriendo rincones con encanto que no nos cansábamos de ver.





Nos costó un poco encontrar el sitio porque la fachada estaba en obras y tenían todo tapado con andamios por lo que no se veía bien el nombre, pero una vez localizado el aire acondicionado lo compensó todo. El local era enorme y nos atendieron muy bien. La comida estaba rica aunque era bastante y nos costó acabárnoslo, y de precio pagamos como en otro sitios, 54 € entre los cuatro.




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