viernes, 31 de octubre de 2014

Día 2 en Islandia (10/09): Cascadas de Urridafoss, Gluggafoss, Seljalandsfoss, Gljufrafoss y Skogafoss


Sin pretenderlo, nuestro segundo día en Islandia iba a convertirse en el día de las cascadas, ya que fuimos de una a otra como en el juego de la oca y tiro por que me toca.

La primera noche en la furgoneta fue mejor de lo esperado, de hecho toda la semana dormimos bastante bien, era bastante cómoda y no pasamos nada de frío. Al despertar continuaba estando el cielo encapotado y hacia algo de viento. Finalmente no íbamos a  ir a Landmannalaugar, ya que nos habíamos quedado bastante lejos de donde había que coger el autobús y un super madrugón no era una opción con el cansancio que llevábamos acumulado y más con el mal tiempo que hacía, así que nos tomamos la mañana con calma. Desayunamos, recogimos y emprendimos viaje hacia la Ring road, primero por la carretera 32 y después por la 30, ambas asfaltadas y en buenas condiciones.


La primera parada del día fue totalmente improvisada. Al poco de coger la carretera principal (la 1) y antes de cruzar el río Þjórsá, vimos una señal a mano derecha con el nombre Urridafoss y allá que fuimos. Se llega en poco tiempo por una pista de gravilla en buen estado. Más que cascadas se trata de unos rápidos grandes pero nosotros como era lo primero que veíamos ese día estábamos encantados. Desde el aparcamiento se puede acceder a unos miradores que cuentan con un par de mesas de madera con bancos plegables.



Tras las fotos de rigor continuamos nuestro camino. De regreso a la Ring road nos encontramos con una máquina agrícola bastante curiosa, que desde mi ignorancia absoluta creo que sirve para rastrillar el heno, y con un par de caballos islandeses. El día anterior habíamos visto bastantes caballos pero no habíamos hecho fotos así que paramos para intentar captar su atención, aunque sin mucho éxito.




Los primeros caballos llegaron a Islandia en los barcos vikingos, escogidos entre los más robustos y resistentes de sus tierras de orígen, y tienen como característica física principal su baja estatura, que mantienen en la actualidad. Se caracterizan además porque aparte del paso, trote y galope pueden ejecutar hasta 2 aires más: el tölt o paso fino y el skeid o paso veloz, muy difícil de conseguir. 



Siguiendo por la carretera 1 llegamos a Hella, que cuenta con supermercado de la cadena Kjarvall, gasolinera y oficina de correos (Pósturinn) entre otras cosas. Nosotros aprovechamos para comprar unas cosas, echar gasolina y enviar una postal. La gasolinera allí es una N1, que comprobaríamos luego son las más caras del país, aunque también las que más abundan. Respecto al correo en mi caso la postal la compré en la gasolinera pero luego resultó que en la oficina de correos las había bastante más bonitas y del mismo precio o incluso más baratas.

Tras abandonar Hella, aunque nuestro objetivo principal era la cascada de Seljalandsfoss, como íbamos con tiempo decidimos coger la 261 en Hvolsvöllur, que nos acercaba un poco hacia el interior, y por donde habíamos leído había vistas al glaciar Eyfjallajökull y acceso a la cascada Gluggafoss. Y lo cierto es que acertamos completamente. La carretera está asfaltada en esta primera parte y el desvío sólo supone 20 minutos más que continuar por la Ring road, aunque en nuestro caso se convirtió en más de una hora por lo impresionante del paisaje. 

Desde casi el principio se van sucediendo las cascadas en el altiplano situado a la izquierda de la carretera hasta llegar a Gluggafoss, que bien merece una parada. La pista de acceso está sin asfaltar pero se puede dejar el coche junto a la carretera e ir andando, se tarda poco más de 5 minutos. En la zona hay también un par de mesas de pic-nic para comer.



Esta cascada para mi fue todo un hallazgo. Quizá influyó el hecho de que justo salió el sol en el momento oportuno pero las imágenes creo que hablan por sí solas...









Se puede remontar fácilmente el curso del río hasta llegar a la base de la cascada, un rincón increíble.



















Y más si el sol hace acto de presencia y remata la escena con un arcoiris...



Disfrutamos mucho del sitio y se nos pasó el tiempo volando. Tanto que el cielo se volvió a cerrar y cuando volvíamos hacia el coche comenzó de nuevo a llover.







Emprendimos la marcha en dirección a la Ring road de nuevo. Para ello hay que abandonar la 261 que continúa hacia Þórsmörk y coger la 250 hacia Vik. Esta carretera ya no está asfaltada pero está en condiciones aceptables y son poco más de 10 km. Por el camino nos encontramos con uno de los habitantes más abundantes de la isla  o con imágenes como esta montaña en mitad de la llanura.



Desde esta zona también se puede vislumbrar el glaciar del famoso Eyfjallajökull, que tantos problemas causó en 2010. Ese día como el cielo estaba bastante cubierto apenas se distinguía la parte más baja del glaciar a lo lejos, aunque en días despejados debe ser impresionante.


Aunque por desgracia el tiempo no nos daba mucha tregua, también tuvo su lado positivo al permitirnos ver situaciones como ésta...



Al llegar a la carretera 1 continuamos por ella unos pocos kilómetros hasta coger la 249 (asfaltada desde la Ring road pero no desde el norte) y así llegar a una de las cascadas más famosas de Islandia, Seljalandsfoss, de 60 metros de caída y cuyo principal atractivo es poder caminar por detrás de sus aguas.



















En el aparcamiento, que está muy cerca de la carretera principal, hay baños y un par de puestos de comida, y desde él se ve ya la cascada, aunque merece la pena acercarse y recorrerla por el camino circular que la atraviesa. Hay que tener cuidado porque el suelo suele estar resbaladizo y es recomendable llevar chubasquero ya que la mojadura está prácticamente asegurada. Ese día con el añadido del viento se hacía casi imposible sacar una foto sin que el objetivo se llenase de gotas en cuestión de segundos.





Sin embargo, al final tuvimos suerte y pudimos disfrutar de otro pequeño arcoiris antes de marcharnos, haciendo que la caladura y el frío merecieran la pena.



A algo menos de un kilómetro de allí hacia el norte se encuentra la recóndita Gljufrafoss, a la que se puede llegar andando desde Seljalandsfoss (ruta 5 de la guía Rother) o en coche siguiendo la carretera 249. El acceso desde la carretera es a través de una cabaña junto a la que se puede aparcar. Es una especie de pequeño albergue con cocina, baños y algunas camas. Nosotros aprovechamos que había sólo un chico haciéndose la comida para comer allí los bocadillos, ya que el día seguía bastante desapacible y había que elegir entre eso y el coche. 






Pero antes de comer nos acercamos a la cascada y José se atrevió con la pequeña aventura que supone entrar a verla. Como está encerrada en la montaña para llegar hasta ella hay que meterse por el arroyo que surge a sus pies y para ello o contamos con botas de agua o toca mojarse con el agua glacial. Parece ser que ese día tampoco estaba tan fría y no había demasiado agua, de hecho dentro encontró una pareja que había entrado con botas de montaña.









Yo sin embargo no fui tan valiente y preferí esperar fuera, ya tenía bastante frío como para remangarme los pantalones. Pero mientras esperaba vi un camino que subía a mano derecha y me lancé a explorarlo. Estaba un poco resbaladizo y no es recomendable para personas con vértigo ya que tiene zonas bastante expuestas, pero permite asomarse a la cascada desde una zona más alta y tener otra imagen de ella.
















Y tras disfrutar de la comida en el refugio, retomamos viaje hacia el último de nuestros objetivos del día, la cascada de Skogafoss. Por el camino pasamos junto al centro de visitantes del volcán Eyfjallajökull que contiene una exposición de fotos y vídeos sobre lo ocurrido en 2010 y se puede visitar por 750 ISK por adulto. Nosotros no entramos ya que preferimos seguir avanzando sin prisa, disfrutando del entorno tan increíble que nos rodeaba.












Poco después del Centro de visitantes hay un mirador del volcán con paneles informativos. Ese día como estaba el cielo bastante cubierto no se veía demasiado, aunque tiene que ser impresionante verlo en un día despejado y más sabiendo el caos que generó su erupción hace tan poquito tiempo.



Unos 10 km después llegábamos a nuestra última parada, Skogafoss. El acceso está perfectamente señalizado y se puede llegar en coche hasta el aparcamiento que hay a pocos metros de la cascada. La desviación para llegar a la cascada es la misma que permite acceder al museo etnológico de Skogar, el Skógasafn. Éste incluye el museo del transporte y comunicaciones de Islandia y un conjunto de casas tradicionales islandesas con, entre otras cosas, una granja de turba y una iglesia, que se pueden visitar para conocer las costumbres y forma de vida del país. La entrada son 1750 ISK por persona y está abierto todo el año.

Nosotros preferimos centrarnos en la cascada y su entorno, a los que bien merece la pena dedicarles un tiempo. La cascada, de 62 m de altura, resulta sobrecogedora. Al acercarse es inevitable mojarse con el agua que desprende y más en días de viento por lo que conviene llevar ropa impermeable.






Cuenta la leyenda que Þrasi Þórólfsson, colono de estas tierras, escondió un cofre con oro en una cueva detrás de la cascada, cuya densa cortina de agua protege. Cuando el sol ilumina la cascada se dice que brilla el oro de Þrasi. En muchas ocasiones se ha intentado encontrar el cofre, consiguiéndose en una de ellas atar el extremo de una cuerda a un asa, pero al tirar de ella sólo se recuperó el asa, que en la actualidad se encuentra en la puerta de la iglesia de Skógar en el museo etnológico.


A la derecha de la cascada hay unas escaleras que permiten verla desde un mirador en la parte superior (no muy recomendable para gente con vértigo) y que marcan el inicio/fin del trekking a Þórsmörk y de ahí a Landmannalaugar como Laugavegur. Este trekking es uno de los más famosos de Islandia y por lo que hemos visto en fotos no es de extrañar ya que atraviesa parajes espectaculares. En total son unos 80 km que suelen dividirse en 5 o 6 etapas, aunque es común también realizar solo una parte, bien por el tiempo disponible o por complicaciones meteorológicas.





Durante la subida al mirador hay varios puntos para acercarse a comprobar la majestuosidad de la cascada. Desde uno de ellos nos encontramos con estos curiosos inquilinos...
... y con esta no menos curiosa perspectiva en la que parece que alguien observa atentamente la cascada ¿podéis verla?


  
Como teníamos pensado pasar la noche allí y viendo que aun quedaban un par de horas hasta el anochecer, una vez en el mirador decidimos recorrer algunos kilómetros del camino y disfrutar de la sucesión de cascadas del río Skógá. El tiempo no acompañaba, el suelo estaba embarrado y algún rato llegó a llover con ganas, pero las vistas compensaban con creces.




Ya de vuelta, no pudimos evitar pararnos unos minutos a contemplar las increíbles vistas desde el mirador, con las vastas llanuras que surgían a los pies de la cascada y los chubascos aun visibles en la lejanía.



Con la furgoneta lo mejor situada posible, tanto por el tema del viento como por la pendiente, nos pusimos a preparar otra suculenta cena compuesta de sopa de sobre y latas, base de nuestro menú esos días junto con los bocadillos. Junto al parking hay un edificio con baños y mesas y un área de acampada, cuyo precio son 850 ISK la noche por persona, a pagar en el restaurante próximo. 


Para acabar el día nos despedimos de la cascada y nos fuimos a dormir con el sonido de sus aguas de fondo, felices por poder pasar la noche en un lugar así.



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